entrevistas: Yolanda Duque-Vidal




La tarde de Yolanda.


por la periodista Livia Díaz




La tarde de Yolanda permanece en el tiempo saturada de recuerdos y añoranzas. “Un poder mayor que yo, me llama a volver” pero volver no es suficiente, ya no somos parte del todo ni parte del poco. La salida y la ausencia provocada, insufrible estoica, la salida necesaria e inmerecida, ha marcado su vida para siempre.



Yolanda Duque Vidal de origen chilena, nacionalizada canadiense pero ciudadana del mundo, viaja con sus zapatos de nube y la mochila al hombro, sus gafas la guían, su amor y su energía la impulsan, su fe mueve los Andes, las Rocosas, las cordilleras se abren a su paso invencible. Ninguna extradición pudo cambiar su identidad.


Su voz es una música suave pautada y lenta donde la claridad de su dicción sin acentos vence la maestría con que se redacta y dictamina su paso sencillo, vidente, enamorado. “Mi Patria es el Universo porque el Universo es de Dios y yo soy hija de Dios”. Tal cual. Como si la vida atrapada en el pecho en tesoro vital se cristaliza al sólo verbalizarlo.



“Hay una ansiedad en mi
que indaga una razón.
Mientras el sol dormita
gradualmente bajo el agua,
sus últimos rayos esbozan
tu imagen en la arena”.



Entre canciones y sonrisas, enérgicamente avanzando en amable precisión sin equivocaciones, solidaria, paciente en armonía pero firme, que deja reconocer una práctica continua y cotidiana de pasos por los todos, por los suyos, por nosotros. Convivió con nosotras, unas 46 poetas de 25 países este noviembre en el XI Encuentro de Mujeres Poetas en el “País de las Nubes” región Mixteca de Oaxaca. En la sesentena y algo por fuera, nueve por dentro. Invenciblemente niña y mujer en avance de proyectos editoriales y culturales que abarcan la edición de poetas y cuentistas contemporáneos y la preocupación por los indios “Crees” y “Mic Macs en Canadá.


Dijo Jean Paul Sartre que “Los libros son voluminosas cartas a los amigos”. En los de Yolanda me queda claro que ninguna palabra está dirigida a otra persona. Porque sólo los amigos rozan con el alma el sentimiento al compartir lo que nos hermana en cualquier circunstancia, en cualquier semana, en cualquier idioma. Ella va ganando amigos “estoy naciendo hace poco nada más”. No tiene muchos estudios de Lite-ratura, -dice-. Se llena de amigos silenciosos en la poesía aunque salió de su país con la esperanza de arrodillar la violencia contra su familia ejercida por los militares chilenos en interrogatorios y persecuciones en la década de los 70’s y 80.


“¡Cuántos afanes de libertad sepultaron
los cuervos que mutilaron la Patria!
Semillas de ideales retoñarán un día
y los originarios frutos volverán
a perfumar nuestro exuberante territorio
Cordillera de los Andes
altivo muro accidentado, mudo testigo
de la inmolación, el sudor y la sangre
vertida en los viñedos y maizales”.


Porque una cosa es elegir donde vivir y otra es salir perseguido”. La tortura del aparato de estado tras la caída del presidente Salvador Allende, perseveró contra todos ellos por muchos años, esto obligó a buscar asilo a sus hermanos fuera de Chile y después ella misma comenzó a treparse en las nubes que le llevan los pies, rumbo a otras tierras. Comenzó con la poesía en el exilio, cargada de nostalgias y desarraigo:



“Lóbregos pasajes de la memoria
revelan una niñez desgarrada.
Nada borra lo imborrable, el pasado.

Saeta que regresa sin aviso
y se queda fatalmente alojada
donde incorpóreamente lastima”.



“No había fronteras ideológicas. Sorprendentemente, los mili-tares argentinos conocían toda nuestra historia”. Argentina, que inicialmente fue un refugio para Yolanda se convertía en un infierno poco a poco, hasta que salió de nuevo con rumbo a Canadá. Vivió en Buenos Aires hasta el 4 de octubre de 1986. Siempre trabajando en empresas importantes donde destacó en la jefatura de empleados, administración y contabilidad. A diferencia de sus hermanos que eran miembros del Partido Comunista, Yolanda es Pacifista, “pero eso no servía”, sospechaban de todos, querían saberlo todo sobre ellos, sus amistades, sus actividades, “hasta que un día mi madre les dijo a los militares -mis hijos ya no están aquí, se fueron a Estados Unidos -nunca más volvieron a molestar a mis padres”. Pero duele tenerlos tan lejos. Cuando el avión desciende sobre los Andes y veo Santiago aparecer, mi corazón da un vuelco rotundo, es un clamor y un rumor en el pecho que me soborna y atrapa inevitablemente, siempre, siempre que regreso.



“Intrínsecamente se enquista
en los opacos laberintos
donde no puede desertar.
Arrastra al abismo inexorable
chocando contra el muro
de insalvables fracasos.
Acero mordaz y agudo
que traspasas sin piedad
los frágiles umbrales del alma”.



A Yolanda le faltó tener un hijo aunque tuvo muchos hijos: Sus cinco hermanos y una banda inmensa de sobrinos con los que de vez en cuando, vuelve a ser niña, aunque lamenta no haberlos visto crecer. “La sonrisa de un niño me libera el alma”. “Hubo una época en la que no poder tener hijos casi me llevó a caminos sin retorno. Era un dolor muy grande, algo perdido, porque había problemas, tanto médicos, como personales por resolver y finalmente hace unos años, me quitaron los órganos reproductivos para evitar un cáncer”. La poesía nació cuando era niña. A los nueve años y en la escuela primaria de educación “la maestra nos dijo que escribiéramos un poema, “escriban lo que estén sintiendo”. En ese momento me guié por un poema de Gabriela Mistral. Observé que los versos estaban agrupados de 4 en cuatro y en la forma del trabajo quedó plasmado:



“Si yo encontrara el motivo de mi existencia en este mundo
entender por qué vivo con este dolor tan profundo
Dolor que me da la vida sin saber por qué
Sentir mi alma herida y la razón no la sé”



Mi maestra enmudeció inmediatamente. Pensé que había hecho algo muy malo. Me miraba y miraba mi poema, lo mostró a todos los maestros, a la directora. El escrito anduvo de mano en mano, les parecía quizá increíble que yo a esa edad hubiera escrito eso, como increíble fue verlo consumirse en las llamas cuando los militares tomaron el baúl donde guardaba mis poemas y otros textos y les prendieron fuego “con el hecho de haber quemado mis poemas me cortaron la vida, es como si hubieran mutilado la mitad de mi cuerpo”.



“En tus gargantas ocultas
un insondable y monstruoso arcano.
Los blancos sueños de mi infancia
se han teñido de rojo
ante las escorias de una Patria
arrasada por el fuego de metralla”.



Recientemente Yolanda ha sido reconocida por la Gobernadora General de Canadá en el Palacio “Rideau Hall de Ottawa, junto con otros 60 escritores y artistas chilenos. “Recién estoy naciendo para algunos chilenos”


“Mi poesía parte de la reflexión interna que quiero transmitir, que la gente la entienda, la asimile. Lo mío es espontáneo. Antes fue íntimo, de amigos”. Como escritora comenzó a darse a conocer desde el primer libro, “Poemas de Canto y Luna”, editado en Montreal, Canadá en 1999. Ha escrito “Destino”, “El jardín de mis sueños”, “Senderos”, libros de poesía y prepara la novela “Alas pasivas” que retoma la experiencia de trabajo y convivencia en el albergue de los indígenas “Crees” de la Bahía James, al norte de Quebec y recoge lo que pueden leer otros ojos.



En el 2001 inauguró una editorial sin fronteras que ha llamado “Alondras”, trilingüe, pero que no distribuye por ahora en Canadá, pues “la distribución no es fácil todavía” –asegura-.





Livia Díaz, Oaxaca, México



proyectos de Edith Lomovasky-Goel/ projects /פרויקטים של אדית לומובסקי-גואל



Primer Centro Internacional de Traducción Literaria Recíproca. El blog:
First International Center for Reciprocal Literary Translation. the blog:
המרכז הבינלאומי הראשון לתרגום ספרותי הדדי. הבלוג:


testimonio poetico: Luis Alberto Ambroggio

RESABIO

No has muerto.

Retorno niño de tu sangre

gotas de una palabra inquieta

Devoras con el ojo

que no envejece

las historias

la compasión inútil

la corrupta ocupación

de las monedas,

la culpa inmune del barniz.

¿Dónde está tu madre?

El beso del idioma,

tu tribu,

esa falda de cenizas,

que atormentan

la luz inicial

de tus pies ariscos.

Vives en las alas

Del alfabeto

la dicha desnuda

de un juego.

©Luis Alberto Ambroggio (del poemario Aza(ha)res de la memoria)

LA AVIDEZ DE LAS RAÍCES

El deseo es un paraíso a la vista

mientras no desfraude la ventana

ni nos tiente el roce del regreso

o la intrigante calidez de la memoria.

Desteñida y estridente,

en las riberas y los tiempos,

vibra la voz antigua y nueva

de los vestigios y las cartas.

¿Por qué no ser feliz,

colibrí al borde del momento,

yendo sin volver, o saltando

en el lugar preciso de la existencia?

Pero el encanto de la historia conjura

sus ambigüos márgenes en alas, esqueletos,

acaso el hábito elocuente de las fotos.

El deseo y el olvido se paracen

en el genealogía de sus gritos.

Me libero hundiéndome en la vida,

la tierra madre,

la que es más que viento,

sombra, eco, promesa,

la que es,

el jardín sin las piedras.

Washington DC, 20 de Agosto de 2010.

©Luis Alberto Ambroggio (del poemario Aza(ha)res de la memoria)

DESEO

Ser un pájaro,

o mejor no un pájaro,

sino un árbol

para vencer del algún modo

la distancia

y estar los dos

en un lugar

volándonos quietos

debajo de las hojas

y las plumas.

©Luis Alberto Ambroggio (del poemario Aza(ha)res de la memoria)

Essay on Nawal-el-Saadawi's creative and dissident life



Belton, B. & Dowding, C., (2000),
Nawal el Saadawi - a creative and dissident life

See link:




ensayos y reflexiones: Luis Alberto Ambroggio


Este importante ensayo, La poesia hispana de los Estados Unidos: voces sin espacio, se puede leer en:

poetry and displacement: Mois Benarroch


see link:
Interview: Moroccan-born Israeli poet Mois Benarroch

On being different and writing a different poem

July 15, 2010
Moving from Morocco to Israel at the age of 13 was like moving from one planet to another. Israel was not only a different country, it was a different culture and these were completely different Jews and it was a completely different Judaism. It was September 1972 and within a year and a half of my arrival there was a war, the Yom Kippur war, and my little brother died; all this happened before the end of 1973. These traumas are the source of my writing, and perhaps the reason I started to write. I missed out completely on adolescence and was also very isolated from the Israeli community.

Can you tell me about your childhood in Morocco, your parents, your education?

We went to a Jewish school, called El Ittihad Maroc. That was the official name of the school but everybody called it La Alianza, in Spanish; it was the first school opened by the Alliance Israelite Universelle in 1862 and became the first of an international Jewish network of schools called the Alliance Française that spread all through the Muslim world and beyond. The level of education was very high and we were prepared for the French baccalauréat. We were also taught many languages and had classes in English, Hebrew and Arabic. Curiously, we were not taught Spanish, although this was the mother tongue of all the pupils and most teachers. So, when the bell rang everybody switched to Spanish. I find this miraculous. Back in class it was forbidden to say a word in Spanish.

My childhood was very Jewish and I still lived in a city that respected the fact that Jews did not work on the Sabbath [Saturday]; business was built around it since many Jews had businesses in my home town Tetouan. The school, as I said, was also a Jewish school. Although there were also some Christians and Muslims, the immediate surroundings were also very Jewish.

We were a family of four children; I was the second, after my sister. I remember very well that we were always on the point of emigrating. The feeling was that we were not staying in Morocco. There was talk of emigrating to Spain, to Venezuela, to Canada. And of course, Israel where we finally settled in 1972, when I was 13.

Have your views about Israel changed in the time you have been living there?

My views about Israel have changed a lot. Despite so many years here I think I see Israel from the outside, I live on the outside. Of course I didn’t have a complete concept or point of view when I was 13. I thought I was coming to a spiritual and religious country where Jews loved each other. This was the naive point of view of a Jewish boy.

What other work do you do besides writing poetry?

Nowadays I am a full-time writer and translator. I have just published a new novel in Spain, Amor y Exilios. I translate novels. I was a clerk-accountant for 12 years in the past with a steady salary. I also worked for a few years in hotels before that. And I studied natural medicine and pratised for time years as a part time job. I liked the idea but I don’t think I was such a good therapist.

How did you become a writer?

I started writing poetry when I was 15, because of feeling isolated and unable to connect with my surroundings. The first poems were love poems to a girl I couldn’t talk to. That seems pretty normal. Isn’t it?

Since then I have never stopped writing. I may be imagining it but I am pretty sure that after writing my first poem I knew deep inside that I was going to be a writer, and for some reason I also knew that it would take a long time for my writing to be accepted. But since then I have never stopped writing and have even done so obsessively at some periods of my life, writing 18 hours a days. It was like if I stopped writing I would die. Maybe it still is. I didn’t stop. I tried a few times but it didn’t work.

Which poets, or other artists, have influenced your work?

There are many. I think that two of the most influential writers are Charles Bukowski and Edmond Jabes, which may look like a complete contradiction. But the main art form that has influenced me beside writing is that of the singer-songwriter. I actually started writing my first poems after listening to the likes of Bob Dylan, Neil Young and Jackson Browne. I even tried to compose music to my poems for some time. I also like movies, and I think that has influenced my novels. Some critics have pointed out that I use cinematic techniques

I have been influenced by many authors in many languages. Let’s start with Hebrew: Natan Zach, David Avidan, Erez Bitton, Zelda, Yona Wallach, Moshe Sartel and many others. From the French, besides Jabes, Cocteau, Breton, Rimbaud, Baudelaire, Blaise Cendrars and many others have influenced me. From the Spanish, mostly the Latin American poets like Neruda, Huidobro, Nicanor Parra and Gonzalo Rojas, all from Chile; then Borges, as poet and prose writer. The beatniks in general: Ginsberg, Burroughs, then Brautigan, Whitman, Ignatow. And as I said, Bukowski. I am probably forgetting many of them.

Your poems chosen for PIW focus on themes of belonging (e.g. ‘I went up to the Land of Israel’, ‘Suitcase’) and outsiderness (e.g. ‘Antipoetry’ and ‘Beans with Tabasco Sauce for Breakfast’). Can you comment on these motifs within your own poetry?

This is definitely the recurring theme in my writings. It spreads all over, from being an outsider as a Jew, or as a writer (and Edmond Jabes would say that every writer is a Jew) to feeling like a different kind of Jew and not really part of the mainstream of Judaism: that is being a Sephardic Jew. Maybe that’s what poetry is about: being outside, being different and writing a different poem.

Your work will be published on PIW alongside Esther Raab’s writings. Although Raab is considered to be the first female and Hebrew/native poet of (pre-state) Israel, she can also be viewed as somewhat of an outsider. What are your thoughts about this and about her writing? (Are all poets perhaps ‘outsiders’?)

I read Raab a long time ago and frankly she did not make much of an impression on me. I don’t think she is really an outsider; her books were in stores back in the 1980s. Maybe I was not impressed because I don’t like landscape poems. I also do not like early Israeli poetry before Zach, Avidan and Amichai. I think that in most cases the poets were trying to find a language, a Hebrew that they could hardly handle. That surely includes Bialik and Alterman. I consider Avidan to be the first great poet of the Modern Hebrew language, and the first sabra to write poetry. I am not saying Raab is not a good poet, but her influence was minimal. But this leads me to an interesting observation made by Professor Shlomo Elbaz, who noticed how many women poets there are in Israel. And although the boys play the big ego game, we have Lea Goldberg, great and important poets like Zelda, Yona Wallach, Amira Hess, Hedva Harkavi and countless other women poets in the first league of Israeli poetry. I don’t see that many in Spanish or French or British poetry; the USA fares better, but even a world leader in poetry like Chile has one Mistral compared with dozens of male major poets. I think this would be a good subject for a PhD. Compared to most countries I know the situation is unique.

As for outsiders: in Israel 20,000 poetry books are sold yearly. This means that poetry is the outsider. Not the poets. I don’t see myself as more of an outsider and I have had my share of recognition; 20,000 books is like one prose bestseller and many novels sell even more. So, a poet who has published a few books and has a hundred readers can consider himself recognized. More so if a dozen articles have been written about him. As a novelist I am marginalized, but that’s another story. And a long one.

What are your thoughts about the Josephus book, the history book written by Josephus in 70 AD? You recently wrote about a new Hebrew translation in the Haaretz newspaper.

I reread the book and wrote about it with the feeling that it was in fact completely irrelevant to our political reality of today. This must seem obvious to any European, but the problem is that in Israel there is a gap in political time; in every discussion someone tries to compare today’s political situation with something that happened 2000 or 3000 years ago in Judea or in this part of the world.

You are bilingual in Spanish and Hebrew, and very proficient in English. Do you feel some things are easier to write about in Hebrew and other things in Spanish? In other words, how does your multilingualism manifest itself in your life as a poet and in daily life?

I have written poetry in three languages and that’s not something I would recommend to anyone. It was a poetic need. It came out of the poems. I started writing poetry in English when I was 15, and did it for four years. Then I switched to Hebrew, for the next 20 years. Then I moved to Spanish because there were things that could not be written in Hebrew. Language not only describes or represents reality, it also creates it. And Modern Hebrew is a language that has created a totally different Jewish Moroccan from the one I know; there are many ways to describe the Moroccan in Modern Hebrew and almost all of them are negative. And I could not change the whole of the Hebrew language, or cope with it. So the need for Spanish was a linguistic need and also a social need. A line like “I am an exiled Moroccan poet” (from one of my poems) could not be written in Hebrew. It took me eight years to translate it, and even now I am attacked for writing something so obvious. A Moroccan in Israel has to thank Zionism for saving him from a terrible life and fate, so the question of being an exile outside the understanding of Israeli society. I should thank everyone every day for having been saved and converted to the new Zionist-Judaism, and to ultra new Judaeo-Christianity, which is the same thing.

So my poetry is definitely different or I am even a different poet when I write in different language. Spanish is my mother tongue and my historic tongue, since this language has been spoken by family over the last thousand years, Hebrew is the language of my oppression, and for the fight against this oppression; it’s a father tongue, a male phallic chauvinistic tongue, but it is also the sacred tongue, the tongue of the temple, somewhere deep inside. English is a kind of neutral tongue, and also the tongue of the empire, it’s all over and I often use it when the other two conflict with each other or for more philosophical poems.

In my everyday life I live in Hebrew, with some French too because my wife is French, and we have many French friends, although I speak Spanish with my mother, and with some of my family too. And in Israel there is always some English in everyday life, since there are many tourists in the city, as well as many American and English immigrants who don’t bother to learn Hebrew, because they don’t have to.

How do you reflect on your linguistic identity and how do you perceive your cultural identity?

I see myself as some kind of disappearing species. I see myself as a Karaite in the 18th or 19th century, like a member of a sect; the Karaites were the mainstream of Judaism in the 12th century and now there are may be 1000 of them left. Since the 16th century Ashkenazíc Judaism has dominated the Jewish world. Israel was an anomaly during the 1980s when there was a majority of Sephardic Jews, but now they are maybe 40% (since the big Russian emigration) and most are trying to be like the image of the new Jew that was imposed on them by Zionism. I think that the Sephardic Jew is disappearing from the world. Ruth Knafo-Setton sent a few stories to a Jewish magazine in the US and they told her that her stories were nice but that she should write about “real Jews”. Moroccan Jews are not “real” Jews; they are some kind of folklore. Since most of my novels are about Moroccan Jews, I guess they are not “real” Israeli or Jewish novels. The Moroccan Jew has become fiction in the Jewish consciousness.

How do you envisage the future of your children in terms of culture? Do you feel they fit into society in Israel?

I don’t really know. Israel is a country in a state of change. It’s very dynamic and it is hard to say where it will be in a year. I have tried to pass on part of my history and heritage to my children, although this is not very simple, since school texts contradict all that I say to them. I am only one against a big system, and it’s a battle I cannot win. Maybe I can lose it with some dignity and save something from my past that will go on in future generations. As it is, my descendants will probably think that I came to Israel from a cave in Africa. That’s more or less the concept of the Sephardic Jew.


Lucy Pijnenburg

testimonio de Julia Cortez, de Guatemala



ver enlace:

"Los delitos de genocidio

no pueden quedar impunes"

En el día internacional de los derechos humanos,

Julia Cortez, presidenta de la AJR de Guatemala

reivindica la memoria de las víctimas de los

gobiernos militares

PATRICIA CAMPELO Madrid 11/12/2010 12:55 Actualizado: 11/12/2010 14:20

Julia, presidenta de la Asociación Justicia y Reconciliación (AJR).

Julia, presidenta de la Asociación Justicia y Reconciliación (AJR).Patricia Campelo

Julia es una mujer valiente y sosegada. Lo dice la impávida expresión de su rostro y sus manos pequeñas con las que acompasa cada palabra que pronuncia. Se define con humildad como "una ama de casa" que trabaja las tierras que dan de comer a su familia y retiene el dato sobre su labor de militancia hasta que no se le pregunta directamente.

Julia Cortez Tecú es la presidenta de la Asociación Justicia y Reconciliación (AJR), entidad invitada por la Fundación Paz y Solidaridad (CCOO) para que den a conocer en España el trabajo que desarrollan en Guatemala en el ámbito de los derechos humanos y de la recuperación de la memoria histórica.

Con motivo del Día Internacional de los Derechos Humanos, Julia, en representación de la AJR, ha tenido la primera oportunidad de visitar España y conocer a miembros de las asociaciones de memoria, integradas en la Plataforma contra la Impunidad del Franquismo, con quienes se ha reunido para compartir experiencias y plantear posibles modos de colaboración.

Víctima del genocidio

La circunstancia familiar llevó a la presidenta de la AJR a emprender el camino de la militancia en los derechos humanos. Es hija y hermana de dos víctimas del genocidio maya que asoló Guatemala durante la conflicto armado interno que desangró el país entre 1960 y 1994, y que alcanzó su mayor punto de brutalidad en la década de los 80.

"Trabajamos por las víctimas de los años 80 a 1996 porque fueron años muy duros, donde no se respetaban los derechos fundamentales", rememora Julia, quien subraya que es el momento de que los que sobrevivieron a la tragedia busquen justicia y "que no queden impunes los delitos".

El gobierno entregó viviendas defectuosas a víctimas del genocidio para reparar su dañoEl testimonio de la presidenta de la AJR es el de una mujer que no tiene miedo, a pesar de las represalias que existen en su país contra quienes militan en defensa de la justicia.

Recuerdo colectivo

En Rabinal recuerdan cada una de las fechas en que se masacraron a sus seres queridos. La AJR, formada por 300 miembros, realiza 22 conmemoraciones al año en las cinco regiones donde desarrolla su labor.

El trabajo que realizan por "recordar y no olvidar" lleva a las víctimas a organizar actos, desde hace diez años, en colaboración con otras comunidades afectadas por la represión de los gobiernos militares, y, de esta manera,construyen su duelo de manera colectiva: "Una vez al año hacemos un encuentro con otras comunidades con las que compartimos el dolor por la pérdidas de nuestros familiares", relata Julia.

Los paralelismos con el movimiento ciudadano de la recuperación de la memoria histórica en España son más que evidentes. "En el año 2000 comenzó la asociación porque empezaron a producirse las primeras exhumaciones", señala la activista sobre lo que fue el cumplimiento, por parte del Estado guatemalteco, de una de las recomendaciones que le hizo la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), al amparo de las Naciones Unidas, tres años después de finalizar el conflicto armado.

A pesar de los mecanismos de la comunidad internacional para lograr verdad, justicia y reparación "el Estado no ha hecho lo suficiente", denuncia Julia, quien confía en que un nuevo cambio que se dará pronto en el Ministerio Público, "retome su causa y pueda hacerse justicia". Asimismo señala que parte de la reparación insuficiente del Gobierno de Guatemala consistió en "levantar unas casas para las víctimas que pasados unos tres años se venían abajo".

Visibilizar el genocidio

Dar a conocer la historia hace que no vuelva a repetirse". La líder de AJR conoce bien la máxima de Churchill que repite con frecuencia porque considera muy importante que "los testigos del genocidio certifiquen lo que pasó y que no se olvide".

Transmitir la memoria histórica a los jóvenes es una tarea vital que la asociación no ha descuidado. "Por lamentable que sea lo que pasó, no podemos esconder la historia a la juventud aunque - reconoce Julia- hay historias horribles que no se han contado por la dureza de su relato".

Un mural con 2000 fotos recordó a los muertos y desaparecidos el pasado noviembreConsciente de las críticas que suscita su compromiso social, responde a quienes tratan de acallar a los militantes de AJR aduciendo que "tanto recordar, acabará repitiéndose la tragedia". "Dando a conocer la verdad, concienciamos a los jóvenes para que no repitan los errores del pasado", insiste.

Uno de los recursos que utiliza esta entidad es el de la "memoria fotográfica". El pasado noviembre, más de 2.000 nombres y fotografías de mujeres, hombres, ancianos y niños asesinados por militares entre 1981 y 1982, llenaron la pared de un cementerio de Rabinal en un acto simbólico "por el recuerdo y la dignidad" de las más de 200.000 víctimas entre muertos y desaparecidos que dejó el conflicto, según el informe de la CEH.

Difícil reconciliación

La AJR busca "que no queden impunes los responsables de torturas, asesinatos, violaciones y demás agresiones terribles" y reconoce Julia que la "reconciliación" que la propia asociación lleva por nombre es un concepto que a ella le cuesta mucho asimilar. "Reconciliar es algo que no podremos hacer".

Esta campesina y ama de casa encuentra un punto de satisfacción en su lucha al sentir que lleva consigo "la memoria" de sus "seres queridos" y quecontribuye activamente a "visibilizar lo que sucedió", como superviviente de una tragedia que la llevó cuatro años a vivir en la montaña.

"No se puede esconder la historia, por lamentable que fuera""Tras la masacre del 15 de septiembre de 1980 a los campesinos de mi región, tuvimos que refugiarnos en las montañas para salvar la vida", un lugar en el que asegura no haber visto "a ningún guerrillero". "Los soldados nos acusaban de ser la guerrilla, pero vivíamos allí solo para defender nuestras vidas".

Como prueba que refuta sus palabras, Julia esgrime un último argumento: "En las exhumaciones de aquellos campesinos no apareció ni una sola arma de fuego".

El cuerpo de la hermana de la presidenta de la AJR fue hallado recientemente. El de su padre, en cambio, continúa buscándolo. Ambos fueron asesinados durante el exilio interior que vivieron huyendo de los militares.


entrevista a Antonio Ballesta Martinez, por Eduardo Montagut-Contreras

Una vida tras Mauthausen

Antonio Ballesta Martínez, último alicantino superviviente del campo de concentración nazi, cumple el domingo 100 años

S. N. - Alicante - 09/12/2010

"El hombre no es malo por naturaleza". El aserto es de una persona que ha sufrido en carne propia el más horroroso ejemplo de escarnio, vejación y tortura del hombre sobre el hombre: El campo de concentración nazi de Mauthausen-Gusen. Antonio Ballesta Martínez ha sobrevivido a esa brutal experiencia y el domingo cumplirá 100 años. Una larga vida que le ha convertido en el último alicantino vivo que sobrevivió al infierno nazi.

La entidad cívica Alicante Vivo ha desvelado el secreto de Antonio Ballesta. Hasta ahora, según los datos facilitados por el colectivo, se creía que el último alicantino superviviente al campo de concentración había sido José Forne Navarro, fallecido en abril de 2007 a los 91 años. Juan José Amores, portavoz deAlicante Vivo, señaló ayer que tuvo conocimiento de la historia de Antonio Ballesta por su enfermero. "Hablamos con él y corroboramos su veracidad", dijo.

El casi centenario Ballesta alcanza este título de último superviviente a Mauthausen de Alicante por las casualidades de la vida. Oficialmente, Antonio Ballesta había muerto en el campo de concentración. Su nombre integraba la lista, por orden alfábético, de todos los alicantinos asesinados en el campo nazi. "Baix Segura. Albatera. Ballesta Martínez, Antonio. Nacido en el 11 de diciembre de 1910, procedente del Stalag XI-B, donde tenía el número 87328. Murió en Gussen el 3 de septiembre de 1942", recoge la lista.

Pero en realidad Antonio no murió. Al contrario, fue otro alicantino, Rafael Millá, hijo del último alcalde republicano de Alicante, el fusilado por los nazis. Ambos habían intercambiado su identidad días antes.

Ballesta es hijo de una familia humilde, radicada en el barrio alicantino de San Blas. El inicio de la Guerra Civil marcó su destino. Como miembro de la Guardia Republicana, su primer destino fue Arganda para acabar en Barcelona, desde donde partió al exilio francés. Allí, se unió a la Resistencia gala, pero tras ser esta doblegada por el ejército alemán, en junio de 1940, cayó prisionero de Hitler.

Primero fue conducido a Belfort, donde acordó intercambiar la identidad con Rafael Millá. "Llamaron a Rafael y me presenté yo", declara Antonio al colectivo. Luego fue subido a un tren rumbo a Mauthausen. "Allí, me enteré de que Rafael había muerto", relata. Su compañero falleció con la identidad cambiada y así quedó registrado.

Los recuerdos de Antonio sobre su estancia en Mauthausen son estremecedores: "Si dejábamos una arruga en la cama, nos daba 25 azotes, y si decían tu número y no respondías, te molían a palizas", comenta. "La sopa, el pan, la mantequilla... aquello era oro", añade.

Antonio sobrevivió hasta la liberación del campo por los Aliados. Hasta la muerte Franco estuvo afincado en Francia, y hace unos años regresó a Alicante, a su casa de San Blas. A las puertas del centenario, Antonio está delicado de salud, pero mentalmente sigue activo: "Está aprendiendo inglés, para sumarlo a las otras cuatro lenguas que habla", señaló ayer un familiar.

Cuando se le pregunta por su experiencia en Mauthausen dice: "He visto la cara de la maldad". Alicante Vivo solicita al Ayuntamiento que le rinda un homenaje.

Del enlace:

entrevista a Nanette Blitz Konig, amiga de Ana Frank

ENTREVISTA: PERSONAJE

El último abrazo de Ana Frank

MONTSERRAT LLOR 28/11/2010

Año 1945. En el campo de concentración de Bergen-Belsen, dos antiguas compañeras de colegio vuelven a verse. Nanette casi no reconoció a la autora del famoso diario. Ahora nos cuenta su emocionante reencuentro.

Dos antiguas fotografías retratan a dos niñas con ciertas similitudes: sonrisa fresca, ojos alegres y abundante cabello castaño. Eran adolescentes, de apenas trece años, cuando estas instantáneas se tomaron, poco después de la ocupación nazi de Holanda en 1940. Nadie podía imaginar cuál sería su destino.

La primera imagen corresponde a Annelies Marie o Anne Frank –en castellano, Ana Frank–, es mundialmente conocida en libros y documentales y está impresa en un sello alemán. La de la segunda fotografía es Nanette Blitz Konig –Nannie, como la llamaban entonces–, una de sus compañeras de clase. Esta foto se encuentra en su casa de São Paulo (Brasil), donde reside desde los años cincuenta. Nanette lo archiva todo cuidadosamente: retratos, documentos, el número de identificación que los nazis le asignaron e incluso la carta que Otto, el padre de Ana Frank, le envió antes de visitarla en el sanatorio donde se recuperaba tras la guerra.

"Ni Ana ni yo tuvimos adolescencia, pasamos de niñas a adultas; de estar juntas en clase, a ser deportadas en un campo de concentración. Sobrevivimos como el resto, en pésimas condiciones de vida".

Han pasado casi 70 años y Nanette Blitz Konig, holandesa nacida en el seno de una familia judía acomodada de Ámsterdam en 1929, posee una excelente forma física y una buena memoria. Su historia está irremediablemente vinculada a la de la familia Frank, pero es una de tantas víctimas de la discriminación racial que causó la muerte de seis millones de judíos, entre ellos millón y medio de niños. Es la única superviviente de su familia directa. Su padre, gerente en el Banco de Ámsterdam; su madre, nacida en Kimberly (Sudáfrica), y su hermano, todos ellos fueron deportados a campos de concentración. Jamás regresaron.

Desde hace años cuenta su experiencia en conferencias. Ha sido consultada por autores de libros como Ana Frank: la biografía, de la periodista austriaca Melissa Müller, y forma parte de un documental cofinanciado por un antiguo compañero de clase: Classmates of Anne Frank, dirigido por Eyal Boers. Hoy colabora con las historiadoras Maria Luiza Tucci y Rachel Mizrahi, del departamento de historia de la Universidad de São Paulo.

En mayo de 1940, las tropas alemanas ocuparon Holanda, que cinco días más tarde capituló. El antisemitismo latente se transformó en una implacable persecución. En Holanda, antes de la guerra había unos 140.000 judíos. De ellos, unos 100.000 fueron deportados y regresaron poco más de 5.000. Nanette explica: "Las personas denunciaban por dinero; hoy nadie quiere acordarse. Solo una minoría de holandeses ayudó a los judíos. La resistencia representaba el 1% de la población. Tuvieron mucho coraje porque algunos serían deportados o fusilados".

Los profesores y trabajadores públicos judíos fueron obligados a dimitir a finales de 1940, como hizo el padre de Nanette. El objetivo era destruir la colonia holandesa judía, que a partir de marzo de 1941 fue obligada a registrarse. Prohibieron las bicicletas, el transporte público, la asistencia a los cines, parques y otros espacios compartidos. La población debía permanecer en casa entre las ocho de la noche y las seis de la mañana, y finalmente los judíos fueron obligados a depositar sus bienes en un banco confiscado. Debían identificarse públicamente con una estrella amarilla de tela con la palabra judío en el centro, la misma que Nanette aún guarda en su casa de São Paulo.

a los directores de escuela les obligaron a declarar el número de estudiantes judíos, lo que conllevó la creación de 25 escuelas solo para ellos. En una de ellas coincidieron Ana y Nanette. Compartieron clase entre octubre de 1941 y julio de 1942, cuando la familia Frank desapareció para esconderse. Menos de un año fue tiempo suficiente para entablar una relación de colegas. "Entré con 12 años y salí a los 14. Ana y yo veníamos de barrios distintos. No éramos íntimas, cada una tenía su grupo. Ella era muy viva, extravertida, le gustaba ser vista, hablar con los chicos. Y su pelo… puedo imaginar el trauma que debió de suponer verse en el campo de concentración sin aquel cabello tan preciado, con aquel aspecto tan debilitado…".

Un momento clave de su relación fue la fiesta de aniversario de Ana, en junio de 1942. "Fui con otras amigas de clase. Cumplía 13 años. Recibió un regalo especial de sus padres: el primer diario, el que años después sería tan importante. Yo le regalé un broche".

De aquella clase, Nanette conserva buenos recuerdos de sus profesores y compañeros. Todavía hoy mantiene el contacto con algunos de ellos, como Jacqueline van Maarsen, quien hace un par de años presentó en España el libro Me llamo Ana, dijo, Ana Frank. "No se hablaba de religión y el deporte estaba prohibido. Teníamos el máximo cuidado para no hablar de nada, ni siquiera de lo que acontecía en casa: nunca sabíamos quién estaba de qué lado".

para evitar la deportación inminente de la hermana de Ana Frank, Margot, en julio de 1942, Otto, el patriarca, decidió acelerar algo que había gestado con ayuda de algunos empleados: su huida. La familia pasaría dos años escondida en la parte trasera de una empresa colindante a los canales de Ámsterdam. Un chivatazo de un informador no identificado guió a la policía de seguridad hasta allí. Lo revolvieron todo, sustrajeron las joyas y otros objetos, pero dejaron desperdigados algunos álbumes de fotografías y papeles, entre los que se encontraban los escritos de Ana. Una empleada los recogió y, tras la guerra, se los entregó a Otto, único superviviente de la familia Frank.

En septiembre de 1943, cuando los Frank aún permanecían ocultos, la familia Blitz Konig fue detenida. Nanette lo describe con emoción: "Aún puedo escuchar los golpes en la puerta, los gritos, el desconcierto… es algo que no se transmite, la deshumanización… Entraron dos hombres de la Gestapo que gritaban Schnell, schnell! [rápido, en alemán]. Golpeaban la puerta salvajemente. Tuvimos que salir a empujones".

Los condujeron en un tren común hasta el campo de transición de Westerbork, al noreste de los Países Bajos, de donde cada semana deportaban a unos 2.000 judíos en vagones de ganado hacia los campos de exterminio de Polonia. En febrero de 1944, la familia sería trasladada de Westerbork a Bergen-Belsen en un convoy destinado al intercambio de judíos por prisioneros de guerra alemanes. Por este motivo no le asignaron un número ni le raparon el cabello ni le dieron un traje de rayas. Sin embargo, sufrió el maltrato y las condiciones de vida del campo. "Así me salvé de ser llevada a Ravensbruck. En Auschwitz, la línea de la muerte se situaba en los 15 años; por debajo de esa edad las mataban. No había niñas. Por suerte, Ana había cumplido esa edad".

La vida en el campo era una constante lucha por la supervivencia: letrinas inmundas, condiciones insalubres, piojos, hambre, enfermedades, frío, horas de pie durante el appel (recuento de presos), a la intemperie… Nanette recuerda que en un appel se enfrentó al temido Joseph Kramer, el comandante del campo de Bergen-Belsen, cuando quiso sacarla de la fila y ella se negó. Tuvo miedo de los perros entrenados para despedazar a los presos, pero escapó a salvo. También guarda en su memoria el impacto que le causó la segunda ocasión en que peligró su vida: "Era hacia el final de la guerra, cuando un día me sacaron de la fila para que fuera a buscar agua. El guarda me apuntó con su arma directamente, me quedé inmóvil sin mostrar miedo alguno. Parece que eso no le gustó demasiado, no le divertía y decidió no dispararme".

El padre de Nanette murió en Bergen-Belsen el 24 de noviembre de 1944. Un mes más tarde, su hermano sería deportado al campo de Oranienburg, en Alemania, donde falleció nada más llegar. Su madre fue transportada un día después hacia Magdeburg, cerca de Beendorf, donde trabajó esclavizada en una mina de sal a 700 metros bajo el suelo para fabricar piezas de aviones. No sobreviviría, pues antes de la liberación, en abril de 1945, moriría en un tren que transportaba a 2.000 mujeres a Suecia. A partir de diciembre de 1944, Nanette se quedó sola en Bergen-Belsen, dividido en varios campos diferentes. Ella estaba en el campo 7 de mujeres y, desde la alambrada que las separaba, vio varias veces en el número 8 a Ana Frank, que llegó procedente de Auschwitz en noviembre de 1944. Cuando en febrero de 1945 eliminaron aquella alambrada, Nanette fue a buscarla.

"Fui la única de la clase que se reencontró con Ana en Bergen-Belsen poco antes de morir, tal vez un mes antes. Casi no nos reconocimos por nuestro aspecto; ella estaba muy debilitada, casi reducida a un mero esqueleto, muerta de frío, envuelta en una manta raída, no aguantaba los piojos, no sabía cómo resistir… Conseguí abrazarla. Jamás olvidaré el reencuentro".

Ana Frank le contó todo lo relativo al escondite de su familia, a su estancia en Auschwitz, a su Diario y su interés por publicarlo en forma de libro después de la guerra. Pensaba sobrevivir. Pero una epidemia de fiebre tifoidea acabó con sus ilusiones y las de su hermana Margot. Ana murió en marzo de 1945. Un mes más tarde, las fuerzas británicas liberaban el campo. "Al final, los crematorios de Bergen-Belsen no daban abasto. Los ingleses se encontraron con montones de cuerpos. Aquella noche, la muerte seguía rondando. Había una forma peculiar de roncar que denotaba si alguien iba a morir…".

Nanette sobrevivió de milagro, con solo 30 kilos de peso. Enfermó de tuberculosis y tifus contraídos en el campo y entró en coma. Gracias a la acción de un mayor del ejército británico, fue trasladada en avión a Eindhoven, al sur de Holanda, para ser internada en un sanatorio cerca de Harlem, Santpoor, donde permaneció unos tres años. En octubre de 1945 recibió una carta de Otto Frank en la que le preguntaba si podía recibir visitas. Todavía hoy guarda esta carta en su archivo.

Otto le explicó que tenía el diario de su hija y que quería publicarlo: "Me contó que había partes muy críticas de Ana con su madre, decía que sus padres no eran románticos… Pero, claro, el clima no estaba para romanticismos… Otto extrajo aquellas páginas del libro. Me preguntó qué opinaba, pero yo no opinaba nada, tenía 16 años. Aquellos ataques de Ana a su familia me parecían propios de una adolescente, no eran imprescindibles para un libro centrado en los nazis y sus acciones contra los judíos".

Nanette fue acogida por una familia católica en Holanda hasta su traslado a Inglaterra, donde residía la familia de su madre. Allí estudió y trabajó como secretaria bilingüe en un banco comercial y conoció en 1951 a su futuro marido, John Frederik Konig, un ingeniero de Hungría que intentaba reunir a sus tíos en Brasil. Se casaron en 1953 y se mudaron a São Paulo, desde donde hoy abren las puertas de su luminosa casa para recordar el pasado.

Enlace a esta entrevista:

http://www.elpais.com/articulo/portada/ultimo/abrazo/Ana/Frank/elpepusoceps/20101128elpepspor_4/Tes?print=1

testimonial of Rahila Khalwa


My Desert Odyssey

No, I can’t possibly return to Japan. I don’t want to.

Towards the end of the eventful academic year at Essex University, I began to hear my inner voice crying. That super-capitalist, sexist, materialist society where I’d always felt so out of place. Where I was made to believe that something was wrong with me, I was to blame. The thing is, Japanese society and I, we were incompatible with each other. As simple as that. I didn’t belong there. I always had that awful feeling of not fitting in, in that highly group-oriented, homogeneous nation state, my self-doubt intensified by my parents who stood firmly with society at large, blaming their daughter who felt so isolated in it. Now, all of a sudden, it was clear to me. This revelation turned out to be the biggest – if painful – harvest of my intense graduate research as a feminist historian. No, I wouldn’t return to that country I’d left just over a year ago, without much ambition or motive, the country in which I was born and brought up, and had lived for nearly a quarter of a century.

Few people would become a rootless vagabond on completing a master’s degree in England; I was one of those few. I never looked back since. I accepted with grace that I had nowhere to go, nowhere to return, and nowhere to be. Ever since I’ve been on the lookout for my place, somewhere in this world. First I dreamt of the desert, preferably somewhere in the Arab world. The desert was where my soul came from, ever since I was a schoolgirl in Japan, the place I longed for: I’d return there, the desert would embrace me as no humans ever did.

Somehow, I decided to see the socialist world instead. It was October 1989, when East German ‘refugees’ were flooding out towards the West day in, day out. I did identify with them, except, I had no compatriot as those East Germans, and I was heading for the opposite direction. The socialist bloc crumbled away with the Berlin Wall, while I was travelling the Continent with a rail pass, before I ever had a chance to observe socialism at work. I felt as if one more door was slammed in my face.

After a few years of trying a new life in xenophobic Vienna, some more wanderings and a futile attempt at PhD at Essex, I finally arrived in the Algerian Sahara. For the first time in my life, I blossomed. I found my niche, where I could be myself, where people accepted me as I am. My age, where I come from, nothing mattered. The vastness. The heat. The horizon. The silence. The desert did embrace me. I probably wanted to die in the Sahara. I found myself living; I was finally in the right place. Only, it was the wrong time.

Algeria was rapidly descending into political turmoil. The humane, friendly ambience turned repressive in a matter of months. I was tipped off, hunted by the police, suspected of espionage, arrested by the gendarmerie. I grew paranoid, had a nervous breakdown, which developed severe eczema on one hand, and rheumatic arthritis on the other disabling my right arm for months to come. Unbeknownst to me, I was also with child. When I emerged from the burning desert of the high summer, I was virtually an invalid, anorexic and painfully thin, by now seven months gone.

I really had no choice but to come back to where my return flight had originated from: London, where, by chance, my unborn baby’s sperm provider would be there, for good or bad, if not for me.

Having decided to keep my baby boy two months later, I became a mother. As such, I could no longer move away, out and about physically, carrying one single rucksack, as before. My search for my place has been effectively, indefinitely suspended since. London turned out the worst possible place for a vulnerable single parent with little means and no family support. I was surrounded by those hypocritical people called professionals, from social workers, some psychiatric doctors and nurses, in effect all mother bullies. They were mostly women, many of them coloured, from the so-called ethnic minorities.

Curiously, the same government, who had abandoned me years earlier as a PhD student because I couldn’t pay the astronomical overseas tuition fees, subsidised me as a penniless mother, not generously but enough for me to provide my son and me. I’m a desert person, I never need much materially. Always economising, I can live well with what little I have.

My son’s growing into a young man. During my London existence, which I’d hardly call a life, I’ve done one thing; - bringing up this wonderful, confident individual, practically on my own. Never having been on the receiving end, I believe I’ve learnt to love unconditionally. A tremendous achievement. Otherwise, I’ve achieved nothing, on material terms. As someone who’s destined to return to the desert eventually, I’m comfortable owning nothing. Only, while reminding my son that I’ll be always there for him when he needs me or my support, I wonder where on earth, when I myself have nowhere to be?

Single motherhood with no family support did keep me from active job-hunting for long years. Accumulating useless qualifications, I sensed the fallacy of equal opportunities: no one wants a Japanese dissident, a multi-lingual obscurity, with opinions, no traceable work history and many blanks in her CV. Only recently did I come across certain groups of creative people, one Exiled Writers’ Ink, and another one-off course entitled ‘Creativity and Dissidence,’ led by the rebellious Egyptian writer Dr Nawal el-Saadawi; those groups where I can be and express myself, and where my voice is valued. I’m struggling to publish my first book, a memoir; admittedly I hardly earn a penny by creative writing.

My son will fly away, some day soon, from this ‘nest,’ which for me has been permanently temporary accommodation rather than a home, where his entire life has been spent. With no more ‘child,’ all the state subsidies will cease, at which point I’ll find myself standing at the crossroads: would I like to stay in London where, with all my son’s mementoes, photos, fond memories, I’ll no longer have means to eke out a living, or, shall I leave, no matter where, to resume my haphazard vagabond existence? My place in the desert, my home, that’s all I want, where I’ll return and die, but before that, I’d like to live, even for a little while, in châh Allah.

Nowhere to go, nowhere to return, nowhere to be. As ever before.

Name: Rahila Khalwa (I’ve renamed myself. It roughly means ‘a nomad alone’ in Arabic)

Age: in mid-40’s