testimonio de Asher (Oscar) Frohlich

"A la vida se le van cayendo los velos poco a poco

y cuando se conoce y rehuye lo de verboso e inutil que hay en ella

vuelve como una ingenuidad al corazon

que en los hombres sensibles y adoloridos

se refleja,a la tarde de los años,en la sencillez de la poesia."

JOSE MARTI,PERIODICO PATRIA 1893

BIOGRAFIA CORTA

"Yo tengo un amigo muerto

que suele venirme a ver,

mi amigo se sienta,y canta

canta en voz que ha de doler."

JOSE MARTI,VERSOS SENCILLOS VIII,1890

Mi nombre es Oscar,o Saul,o Asher,o Juan,o Jacobo,o Ignacio,todos los nombres que quieran,o ninguno,porque esta no es solo mi historia.Es una historia de muchos,que se

repite,finaliza en una vida y empieza otra vez en otras,en cada muerte,en cada parto,en cada embarazo,cada dia y cada noche,cada primavera,cada verano,

y cada invierno.

Naci en la Argentina,el 1ro. de Mayo de 1942.

Que fecha !, Dios !, que fecha !

1ro. de Mayo,Dia Internacional de los Trabajadores,de la solidaridad humana,

del destino comun de esta Raza,sin fronteras,sin titulos,sin colores,sin banderas

1942 !

Y en Europa se matan,se queman,se torturan millones de inocentes,ingenuos,desamparados,desahuciados,incredulos...

Como podre tener yo un solo nombre,una sola vida,una sola muerte ?

si mi nombre figuraba ya en las listas de exterminio de la Gestapo,

entre los mineros del altiplano,los braceros de la selva,los estudiantes de Atenas,

los esclavos del Africa,los prisioneros de los Ejercitos.

Como podre ser indiferente a esa fecha,aquella en que se conjuga los mas sublime y puro,con lo mas abjecto y cruel de la raza humana?

Por eso,si,por eso,decidi un dia,buscar respuesta a esta intriga,a esta duda,a este insomnio,a esta pesadilla interminable.

Y asi lentamente,como el sol que se asoma dubitativo,detras del horizonte,como queriendo asegurarse la victoria a las tinieblas en cada nuevo dia,llego la respuesta

que renace como el sol,en cada dia,y despues de cada larga noche,una y otra vez,

terca,inevitablemente.

Y asi es,que vivo mis mil vidas y mis mil muertes,y estoy aqui,y estoy alli,

con mis versos,con mi presencia y con mi ausencia,

con cualquier nombre,el que Uds, quieran,porque

como podre tener yo un solo nombre,

y una sola biografia?

Oscar Frohlich, Noviembre 2010

Naci en la ciudad de la Plata,Argentina,el 1ro.de Mayo de 1942.

Estudie Artes Plasticas en la Escuela de Bellas Artes,y Psicologia en la Universidad de la Plata,y me uni a un grupo de jovenes idealistas que querian cambiar el mundo cambiando primero ellos mismos en una vida de trabajo fisico en las colonias colectivas (kibbutz) en Israel,utopia no del todo terminada ,y soñada.

Para tratar de entender la sociedad humana y sus conflictos,estudie Economia en la Universidad de Jerusalem,y luego en la de Tel Aviv,y ahora entiendo mucho menos que antes.Pinto,escribo y entrego mi corazon,a los pobres de la tierra,sin raza y sin distincion,como lo dijera Jose Marti,en su Verso Sencillo III:.

"Con los pobres de la tierra

Quiero yo mi suerte echar;

El arroyo de la sierra

Me complace mas que el mar."

Testimonio de Edith Lomovasky-Goel



Cuando pienso en los desplazamientos geográficos, descubro que todo tiene que ver con todo. O sea: los pasos dictan el color de las palabras. Si tengo que pensar en actos o momentos que me definen, siempre me reencuentro con acercamientos o distancias.

En mi caso, haber nacido en Adrogué, una localidad de la provincia de Buenos Aires, de arboleda densa y palacetes cansados, le da un temple a mi vida adulta, una sed insaciable desde este desierto israelí empeñado en florecer.

Mis cuatro abuelos llegaron a Argentina a principos del siglo XX escapando de los pogroms y de la discriminación que el ejército zarista hacía contra los soldados judíos. Hablaron un idish fluido y un castellano muy incipiente hasta el final de sus vidas. Como no pertenezco a una rancia estirpede la comunidad judía, si me remonto en la genealogía no creo que llegue a descubrir nada "destacado". Mis antepasados, fronterizos entre Polonia y Rusia Blanca y de Besarabia, vivían en shtetls, pequeños pueblos rusos habitados por judíos. Nunca aprendieron el ruso, no terminaron la escuela primaria. Eran trabajadores manuales y también hubo músicos. Mi bisabuelo materno fue un Mitnagued jasídico, un buen judío. Hasta aquí todo lo que sé. Creo que recibí un mensaje velado de mis padres: ser completamente de "aquí", argentina. Yo no contemplaba ninguna otra opción. Me aplicaba a los estudios para ser "alguien". Pero ¿Quién?

En Adrogué no conocí otros judíos que unos primos. Me sentía distinta, objeto de una mirada desconfiada de todos mis compañeros de escuela católicos. También los envidiaba.

A los nueve años me mudé a la capital. Me atraían el puerto y los barcos de bandera extranjera. Lo único que logro recordar eran algunas pequeñas embarcaciones yugoslavas. Los marineros hablaban una lengua lejana. Rubios, de piel tostada. No movían nada en mis fibras. Pero siempre pensaba que quizás, en mi próxima visita... Entonces yo no sabía que mis abuelos habían llegado en un transatlántico desde Europa a ese mismo puerto. A lo mejor ya lo había leido en el subtexto de nuestras repetidas e interminables charlas .

Mi abuelo rememoraba el paisaje de las colonias de Santa Fe, en las que había sido jinete judío colonista en Moisesville y había compartido el fogón, fascinado por los relatos de los campesinos criollos sobre "la luz mala". Mi abuela, en cambio, tenía esa letanía que siempre me dolía en el cuerpo. A los once años se había tenido que separar de su madre al venirse de Rusia a Argentina. Su madre no cumplía los requisitos de Inmigración porque sufría de alguna enfermedad. Ese corte fue una herida expuesta a la vista de todos, como justificación y motivo de una melancolía crónica. Los parientes que habían quedado allí lejos se borraron de todos los mapas durante la Primera Guerra Mundial.

Lo que más me gustaba de Buenos Aires era caminarla de punta a punta, sola. Y escaparme escaparme escaparme.....Los libros novelados me ayudaron a ser hija del mundo. Leía narrativa argentina y europea. Ahí me sentía en casa. Durante mi curso de ingreso a Filosofía y Letras, un año después de terminar la secundaria, mis padres empezaron a organizar nuestra emigración a Israel. El motivo fue la situación de desempleo de mi padre, a los cincuenta años de edad en un país que desprotege al ciudadano, sin leyes de seguro social que rescaten y valoren toda la contribución de una vida laboral. Quedaba algo así como pedir limosna o nada. La noticia de nuestro viaje me causó cierto regocijo porque yo pensaba sólo en el trayecto en barco durante un mes hasta llegar a Haifa. Nunca quise llegar. El viaje fue para mí una aventura fascinante, que despertó una nueva sed y confirmó cierta saudade inexplicable, mis ganas de ir por el mundo y no anclar jamás. Conocer otras lenguas, otras culturas, atesorar amigos...

A pesar de ser por fin una ciudadana de primera clase, revancha a los siglos de marginación de mis ancestros, mis coordenadas de inmigrante no concuerdan con las de la mayoría de los argentinos judíos que llegaron aquí respondiendo a un sueño de pertenencia o a un ideal sionista. Yo era y soy una ignorante respecto a la cultura y la religión, no me identifiqué jamás con el espíritu de los movimientos juveniles y la aspiración de crear "un nuevo judío", borrando las vidas anteriores en su país natal. Comprendo perfectamente los imperativos del pueblo judío y especialmente a los sobrevivientes de la Shoá. Claro que debían reinventarse, gestar una dignidad como punto de partida.

Mi migración fue forzada, por motivos económicos. Así de simple, poco glorioso, poco heroico. Esto causa incomodidad a mucha gente que me escucha. Tampoco me considero una "olá" ( algo así como "ascendiente" en hebreo, alguien que emigró y ascendió a un lugar más alto que el de su país de origen). Mi escritura poética es en castellano, mi lengua materna, aunque mi hebreo me permitiría expresarme enteramente. Escribo sobre la vida aquí y ahora. Los ciclos de las festividades judías en Israel me despiertan constantemente hacia la reflexión. Este desierto se oculta detrás de un verdor y una velocidad extenuantes. Hay en este lugar una necesidad de hacer hiperbólicamente, a seguir adelante sin mirar atrás ni a los costados. A resarcirse de todo lo que no fuimos. A no leer las historias de los otros. EnIsrael, país de migraciones por excelencia, la gente esconde historias de vida que superan toda ficción. Ese es un tesoro que hay que salvar.

Vivir en Israel tiene un efecto complejo en mí: por un lado, por fin soy una ciudadana de primera clase. Si bien en Argentina nunca sufrí directamente de ataques antisemitas, siempre se me marcaba. Cada vez que tenía que llenar un formulario buscando trabajo, leía el hueco de "religión" y me sentía descartada a priori, amenazada, con una sensación de incomodidad en la mano que escribía, en el brazo, en las rodillas. Aquí no. Ya no siento la necesidad de usar mi estrella de David en el pecho. Si bien en Israel me registran con una sonrisa por mi acento imborrable de "gringa hispanohablante", esto no me discrimina y es una gran diferencia. Se me considera un objeto simpático y agradable , relegada a ser música de fondo. Esto me disgusta profundamente : el castellano en Israel goza de una popularidad engañosa, limitada al ghetto de la telenovela, la salsa, el asado y los tacos. Asfixiante a ratos, humillante. Otra vez gringa, otra vez "no de aquí".

Al escribir en castellano no soy nostálgica sino que elegí. Esta elección tiene un alto precio, ya que no es la lengua hegemónica- hebreo-. Eso implica estar excluida de los círculos intelectuales locales de por vida.

Mantengo con mis raíces un diálogo ininterrumpido que intenta armar el caleidoscopio. Ahora me siento de una sola pieza en el mapa de mis tribulaciones. Soy conciente de la riqueza acumulada a lo largo de los años debido a la danza invisible de mi movimiento y la musica de las lenguas. Aspiro a ganar junto a ustedes, lectores y escritores, una mirada capaz de atesorar todas las tonalidades, desde lo entrañable hasta lo abyecto y sobre todo, una memoria para decir lo que silenciamos o repetimos sin haber sido nunca oidos de verdad.

Todos los seres humanos debemos recuperar la dignidad, el autorrespeto, el respeto a los otros. Debemos ser visibles y oidos. Somos lo que somos: nuestros desplazamientos y nuestras palabras nos definen. Por eso creo en los testimonios personales e insto a todos los que migraron a dejar aquí su marca.

Testimonio de Marta Zabaleta


CRONICA TESTIMONIAL DE UNA LIBERTAD LIMITADA.

Como pata en charco ajeno

El patito ausente

(13 de noviembre de 1976, Parque Palermo, Buenos Aires, Argentina)

Reteniendo la respiración, miré hacia atrás, pero con mucho más aprehensión esta vez. Desde el asiento delantero del auto de mi amiga, trataba de adivinar cual sería el destino del patito amarillo de Yanina, abandonado ahora en un lago de Buenos Aires. Lo habíamos dejado solo, librado a su suerte en la ciudad del terror. Me sentía muy culpable.

No sabía que la libertad adquirida al ser expulsada en violento trámite sumario el 22 de noviembre de 1976,(al igual que de Chile el 5 de octubre de 1973) me daría la oportunidad de adquirir una nueva identidad. Algo así, diría, como una multiplicidad de facetas acumulativas, que no serían necesariamente ni concéntricas, ni siempre tampoco complementarias. Esposa de, madre de, refugiada, extranjera, victimizada, profesional desocupada primero, doctorada después, profesora, madre soltera, investigadora, blogera, poeta, escritora, organizadora, entre otras. ¿Esquizofrenia? No. Diría más bien, que es como que existe una cierta incompatibilidad ordenada entre las aspiraciones pasadas y la fuerza de las cosas: aterrizar a los casi 40 en un medio social y cultural ajeno, sin saber el idioma local sino que por el uso limitado que hice del inglés cuando estudiaba un postgrado en Chile. Leía entonces un inglés científico y acotado, en libros americanos de materias tales como Matemática para Economistas y Teoría de las Probabilidades. Eso ocurría en ESCOLATINA, Universidad de Chile, (1963-64), en mi querida ciudad de Santiago, adonde me había trasladado desde Rosario con el objeto de formarme como economista, luego de recibirme de Contadora Pública y Perita Partidora en la Universidad del Litoral (Rosario, 1956-1960). Muerta ya prematura y repentinamente mi madre, Catalina Gerlo Galesi, de la que fuera la única hija. Viajé entonces con ese trauma a cuestas, y el cruce Los Andes puso una cierta cortina a ese dolor cuando aterricé allá, el 6 de marzo de 1963, creo.

Un descenso al abismo. Aquel vacío que existe entre el propio ser imaginado que seguía habitando en mi fantasía y la aburrida, a veces muy cruel, realidad circundante. Ser o sentir, actuar o meditar. Ideas con frecuencia pujando una contra la otra (o las otras) en la ansiedad de una misma persona, de manera que recuerda a lo que ocurre en la antigua pugna de los discursos ideológicos cuando los centros de poder tratan de ejercer su propia dominación e imponer su hegemonía en un mundo marcado por las más diversas desigualdades sociales. Puja ésta que, por suerte y definición, no puede sino que tener un carácter transitorio, me decía, ¿o me volvería loca en el exilio?, me preguntaba...

Veamos: si se lo asume positivamente. O sea, de acuerdo con la manera de pensar que está de moda, y si como lo afirma desde hace siglos el refranero español según el cual

“no hay mal que dure cien años,

ni cuerpo que lo resista”,

se concluye que se puede llegar a ganar y a avanzar bastante con la experiencia del exilio. Se necesita mucha, pero mucha fuerza de voluntad, eso sí. Y se puede ir acostumbrando una, poco a poco, a mirarlo todo de nuevo. Desde el Norte, por decirlo de alguna manera. E ir así, imperceptiblemente, adquiriendo – y asumiendo - una nueva manera de ser y de hacer, sin perder por ello todo lo que se era y se tenía entre manos al momento de asilarnos. No todo, en suma, implicaría ruptura. Pérdida. Depresión. Nostalgia. Añoranza, como lo percibí los primeros años. Drama, quejas, vacío.

Para quienes hicimos en pocas horas la transición violenta entre tener que abandonarlo todo en un país por la fuerza - menos la propia vida y la hija - y en pocas horas que parecen siglos depositada en otro, es muy traumático. Y eso aunque en mi caso, la primera vez llegué de prepo pero a mi país de origen. Lo pero fue que dejaba atrás una experiencia revitalizante, la de intentar cambiarlo todo, a un pueblo derrotado y masiva, salvajemente reprimido; dejar atrás a quienes serían condenados a fusilamiento en las mazmorras de la dictadura; una casa semidestruida; una maravillosa familia política; una carrera; amigas y amigos, la resistencia. Todos mis libros acumulados en una vida… Mi primer poemario ‘Espiroqueta’, destrozado por los que profanaron nuestra vivienda.

En suma, quedé un poco enterrada allá, adonde aun tiemblan en mi cuerpo los misterios de su tierra, mis desaparecida/os … raíces quebradas luego de haber residido en Santiago y Concepción por más de 10 años, y de haber adquirido hasta los vocablos y la cadencia idiomática del Sur del Sur…de haberle cantado a la libertad con Violeta, Víctor Jara, Quilapayún, y con esos cientos de alumnas y alumnos mientras recogíamos la simiente de la revolución que germinaba en valles, ríos, quebradas y lagos, y en los susurros de los pinos y el mar, siempre el mar/

\ y tres años después llegar otra vez. Dejando atrás otra vez todo, casa, padre, toda la familia, la tumba de mi madre, amigas y amigos de la infancia, la secundaria y la universidad, más amigas/os desaparecidos/as, encarceladas/os, exiladas/os dentro y fuera del país. Sin ninguna otra motivación que la de intentar respirar sin miedo, volver a renacer y salvar a nuestra hijita.

Ese íntimo deseo de creer que se puede recuperar una sensación nueva de libertad, habiendo dejado atrás el horror cotidiano que impuso el Proceso de guerra sucia contra lo mejor del gran pueblo argentino, ¡salud!, al llegar a otros países: Inglaterra y Escocia. Países tan diferentes entre sí como al mío. Adonde el gran desafío consistiría finalmente en resolver la disputa casi permanente entre el ser y el estar, verbos del castellano que para más mala pata aun, se resumen en la lengua local en uno solo: el verbo inglés ‘to be’.

Un verbo que me resulta aun insuficiente para comprender en plenitud la condición humana.

La lorita: iletrada, ama de casa, desocupada

(Inglaterra, 23 de noviembre de 1976)

El exilio, a mi, me convirtió automáticamente y otra vez, después de haber quedado sola con mi hijita chilena en Buenos Aires por cerca de ocho meses, mientras su padre estaba primero desaparecido y luego prisionero en Devoto y en la Unidad 9 de La Plata y finalmente otra vez en el Cuartel Central de Coordinación Federal en la capital, Buenos Aires (siendo repetidamente torturado en todas esas dependencias), primero y antes que nada, y especialmente ante los ojos de las y los nativas/os del Reino Unido, incluso de mis pares de la academia y/o de los organismos de solidaridad, en un ser casi invisible, ‘la esposa de’.

Eso consistí tuyo una prueba de fuego para mí. Fue una experiencia muy fuerte, que fácilmente se tradujo en una profunda depresión reactiva al cambio.

En mi caso, yo había subido en Eseiza a un avión que me llevaría a la libertad en un país europeo elegido para nosotros por los represores militares argentinos del Ministerio del Interior del Gral. Arguindegui, luego de que el Presidente de facto, Gral. Videla, firmara el Decreto de expulsión el 16 de agosto de 1976: Escocia.

Si allá me sentía observada y perseguida, era tratada como una mujer exitosa, profesional conocida a nivel internacional, de extracción y educación de clase media, de piel blanca, y altamente calificada. Poseo además ya desde niña, otro titulo ganado en buena ley por mi hábil desempeño con las palabras: ‘Piquito de Oro’. Y el de Jesús Memoria. Ambos me fueron otorgados por mi padre. ¿Sería que Juan Gaviota no estaba en sus estanterías? Esa lorita hablaba hasta por los codos, y ganaría casi todas las lides de la palabra, primero en la escuela secundaria, y luego en la universidad. Con el tiempo y con más diplomas, fue capaz de discutir en términos legales, pero no de igual a igual, claro, con altos oficiales del Ejército Chileno, o de Gendarmería Nacional, en Bariloche, y del Ejército Argentino, y los de sus organismo de inteligencia, inéditos procesos de cómo hacer para salir con vida. De la pendiente visita de la Caravana de la Muerte al estadio municipal de Concepción, 1973. O como encontrar con vida a un desaparecido político extranjero en 1976. Sentando a veces, con la ayuda de mi imaginación y de excelentes amigas y amigos, y una terrible solidaridad internacional, nuevos precedentes legales, jurídico-prácticos que a la postre dieron con nosotros tres aterrizando vivos en esta isla.

Esa lucha es muy desigual, y desgastadora. Lo llevé adelante siempre abiertamente, creo que con dignidad y enorme eficiencia, pero sin ninguna cautela. No me importaba que el país estuviera o no bajo estado de sitio –eso fue una constante en mi vida, pues nací en tiempos dictatoriales. Creía que estaba acostumbrada. En 1943,1955, 1962, 1966,1976,… ¿cuál sería ahora la novedad?, me dije al escuchar la radio el 24 de marzo. Que la legalidad habia sido suspendida por decreto de la Junta de Comandantes de las Fuerzas Armadas de la Nación, que comenzaban así su gobierno inconstitucional. Presidida por el General del Ejército, Videla, el mismo veterano de las barracas y la traición, que hoy día es juzgado en Buenos Aires por varios crímenes contra la humanidad (ver detalles en mis blogs, por favor)[1].

Con la misma mezcla de osadía y candidez que tipifica mi actitud hacia todo, me dispuse a encontrar al padre de mi Yanina.[2] Que había sido secuestrado desde la oficina del periodista suizo Luc Bandaret y junto con este, en la calle Corrientes, Buenos Aires, el Jueves Santo, abril 1976 por la mañana.

De personas (y lenguas) vivas o muertas

Partí en mi primer viaje a Europa convencida del poder de mi palabra. No sabía que al aterrizar aquí me verían más bien como a una analfabeta, sorda y muda, después de percibirme apenas como la mujer esposa de – o sea, la sombra de un cuasi héroe latino. O, en el mejor de los casos, como mujercita: buena- mujer-madre. Y yo, que ante mí, me sentía la triste poseedora de una lengua muerta, inútil entre tanta gringada, simpática a veces pero parlante en una incomprensible gualen: el Glaswegian.

Porque el destino final del asilo era Glasgow, en Escocia. Poco después de llegar allí, en diciembre 1976, Glasgow se constituyó en centro de una campaña nacional de solidaridad con Argentina. Ese hecho fue definitivo. Me dio aliento para reiniciar la actividad política militante, apoyada en la solidaridad especial de dos grandes compañeros. Una era la Dra.Jackie Roddick, colega que luego fue también mi gran amiga, canadiense, fallecida trágicamente en el 2000, quien, por ejemplo, tradujo simultáneamente por cuatro horas, la entrevista que me pidió Spare Rib con motivo del Mundial de Fútbol del 1978 que se llevaría a cabo en Buenos Aires. El otro, fue un inglés socialista, hijo de un emigrado español republicano, hoy Profesor jubilado Mike González.Jackie y Mike me ayudaron de mil formas a recuperar gran parte de la autoestima, turnándose para interpretar y/o traducir mis ideas y mi dolor al inglés. Ellos me prestaban sus palabras para que yo pudiera expresar y participar en los muchos actos de solidaridad para con las/os chilenas/os y argentina/os que estaban encarcelada/os y/o desaparecidas/os. En las fábricas de Glasgow y en los pubs de Edimburgo, lo hizo Mike. Entre las mujeres de los sindicatos, Jackie. Y también en el hospital Queen’s Mother cuando tuvo que traducir durante nueve meses mis problemas reproductivos, y también después que nació en septiembre de 1977 mi hijo escocés, Tomas Alejo Hinrichsen Zabaleta. Para presentar las 20 páginas de la Propuesta para estudiar para un D.Phil.( Doctorate of Philosophy) en el Institute of Development Studies (IDS), escritas en su perfecto inglés, en marzo de 1980, Mike. El lío vino cuando yo tuve que exponerla…en inglés… Para apoyar a las mujeres de Greeham Common y a las Madres de la Plaza de Mayo, Jackie. Para hablar en reuniones de mujeres escocesas militantes, acerca de por qué Allende no se preocupó por legalizar el aborto durante el gobierno de la Unidad Popular (1970-73), Jackie. Para hablar en actos universitarios y en sindicatos alrededor de toda Escocia, Mike. ¿Existiría una división genérica del trabajo de traducción tan establecida?, me preguntaba. Y aun lo pienso.

El exilado: hombre, casado, padre de familia, investigador contratado, casi un héroe revolucionario

En el aeropuerto de Heathrow en noviembre de 1976, descubrí a otra persona: mi esposo. Había estado involuntariamente separada de él por cerca de los ocho meses que duró su prisión en Argentina, y nunca antes de eso me había apercibido de que hablaba bien en inglés. Este hecho en principio afortunado, iría a sellar una real dependencia mía hacia él aquí en el exilio. Porque debido a que yo no hablaba inglés, por años fue él quien tuvo que hacerse cargo de las compras de la comida, primero en Glasgow y luego aquí, en Essex. Y eso creo que no lo hacía, precisamente, muy feliz. En Chile, en cambio, era yo quien se ocupaba de todo eso. E incluso llegué a ser dirigente comunal en la ciudad de Concepción, a raíz de mi intenso trabajo en las JAPS (Juntas de Abastecimiento y Precios) comunales y regionales existentes durante el gobierno de la Unidad Popular (Chile, 1970-1973), y en los cuales yo representaba voluntariamente las posiciones del Movimiento de Mujeres Revolucionarias, grupo feminista de presión del cual fui co-fundadora en 1971, y que actuaba como otro frente de masas del MIR (junto con el Movimiento Campesino Revolucionario, el Frente de Trabajadores Revolucionario, el Movimiento de Estudiantes Revolucionarios y el Movimiento de Pobladores Revolucionarios).Todos estos frentes de masa cuales apoyaban críticamente al gobierno de siete otros partidos de izquierda, que constituían la UP.

Aquel día en Londres, el 23 de noviembre de 1976, al llegar a una nueva tierra, fue maravilloso ver avanzar a Alberto, libre por fin, hacia el subterráneo llevando en brazos a nuestra hijita de casi cuatro años, Yanina Andrea Hinrichsen Zabaleta, a quien yo hubiera tenido que llevar si no en su sillita de paseo. Alberto allí mismo aprendió a usar - en un abrir y cerrar de ojos - el Norte, el Sur, y todo lo demás, en el mapa y en los trenes del metro de Londres. A mí, en cambio, entender como moverme en Londres me llevaría varios meses, si no años, de confusión y alarma. ¿El no saber inglés habrá servido como mecanismo para replegarme y hacer de esta casa un refugio del refugio? Creo que sí.

Pero recuerdo que ese día en que llegamos desde él aeropuerto a la estación de trenes de Victoria, cuando aun no sabía que la mía sería una libertad vigilada, limitada y controlada, fui yo la que descubrí casi sin esfuerzo que aquello feo y negro era un taxi, no un coche de segunda mano de la familia real. Y lo llamé gritándole en argentino: ¡TAXI, TAXI! Y se paró.. .¿Sería eso un reflejo condicionado, resabio de mi infancia argentina? Tampoco lo sé, pero fue algo que por un instante me hizo sentir argentina otra vez.

Sentir que viajaba en auto y con chofer, me restituyó hasta que llegamos al Hotel Holland Park a aquella sensación de seguridad de que gocé durante mi infancia rural, cuando a la salida de la escuela me esperaba el chofer de mi padre. Me sentí ‘protegida’. ¿Miedo a la libertad?

Al llegar al hotel, puse la radio. Y casi me morí, porque mi nena dijo:

- ¿…Será posible…? Esa radio no sabe hablar. Que vergüenza le debe dar a la pobre Libertad.

Marta Raquel Zabaleta, nació en Alcorta, provincia de Santa Fe, Argentina, el 26 de junio de 1937. Reside en el condado de Essex, Gran Bretaña, desde 1978.

23-10-2010, día en que se cumplen 34 años de su exilio en Gran Bretaña.

memory and migration





I'm Edith Lomovasky-Goel. As an immigrant and dweller of two different cartographies, I cherish the richness of the silence we keep inside when we cross geographic borders. That's the reason why I've created the blog of the International Archive of Displacement Testimonials

Our aim is to collect autobiographical testimonials from those that have crossed borders- inland or abroad- and opened a new chapter in their lives. It might happen for different reasons: to fulfill a dream or to improve life quality. It might be a forced migration- as unemployed, political refugees, as citizens under a violence threat or for any other reason.

Our archive focuses on stories – only verbal texts. At a further stage we'll collect multimedia testimonials.

We wish to make visible those moments which leave a mark and make a difference between homeland and the new land – whether it is a positive or a negative experience-. It might reflect an aspect of everyday life, certainly not heroic stories "bigger than life" . When we are the narrators of our own life story, we feel empowered. We encourage every one of us to take part in our initiative. We don't have to be writers to have a life story. EVERY ONE OF US MAKES A DIFFERENCE.

Please follow these steps

Every one between the ages of 12 and 120 is entitled to send us a personal story on migration.

You can write your story in different languages:

Spanish, English, Hebrew, French, Portuguese or Italian.

Occupation, nationality, gender and religion don't matter.

Please write only to this email address:

memoria.migracion@gmail.com

Send only an autobiographic story in Word doc attached, Times New Roman 12.

Write your name, surname, age, place of origin and place of residence.



Read you soon!

memoria y migracion




Como inmigrante y pobladora de dos cartografías muy diversas, reconozco el tesoro de silencios que guardamos dentro al haber cruzado fronteras geográficas. Por eso he creado el blog de nuestro Archivo Internacional de Testimonios de Desplazamiento.


El propósito de este espacio es recoger testimonios autobiográficos de quienes han cruzado fronteras geográficas tanto dentro del propio país como exteriores y han iniciado nuevas vidas, ya sea por cumplir sus sueños, mejorar su calidad de vida o por migraciones forzadas- ya sea por razones de desempleo, asilo político o inseguridad personal como ciudadanos de territorios en beligerancia y bajo la amenaza de la violencia u otras razones.

Nuestro archivo se especializa en historias, relatos, expresados en palabras – por ahora no registraremos fotos, obras plásticas o música, en una etapa posterior sí-.

Nos proponemos dar visibilidad a momentos en las vidas de los que migran, aquellos que dejan una marca entre las dos cartografías – a veces positivas, a veces negativas, a veces simplemente nos apetece contarlo para que no caiga en el olvido-. Definitivamente no se trata de contar historias heroicas o ejemplares sino la vida misma. Alentamos expresamente a todos, no necesariamente a los escritores, porque CADA SER HUMANO CUENTA.


Requisitos:

Todos podemos contar para el Archivo, a cualquier edad entre los 12 hasta los 120 años:

niños, adolescentes, adultos y ancianos. No importa la ocupación, la religión, la nacionalidad.

El texto puede estar escrito en:

Español, inglés, hebreo, francés, portugues o italiano


Escriban exclusivamente a este email:

memoria.migracion@gmail.com


Envíen una narración estrictamente autobiográfica en documento Word adjunto en Times New Roman 12.

Señalen nombre, apellido, edad, lugar de origen y lugar de residencia.



¡Aquí l@s esperamos!